Intenso

Quizá sea esa la palabra que esté definiendo todo lo que me pasa últimamente: el verano, este punto de maternidad (y algunos pensarán "¡y lo que te queda!"), la familia, los estudios... 

Hemos pasado unos días de vacaciones con mi familia política en Navarra. Tengo que decir que me ha encantado esa comunidad que no conocía, sus pueblos, sus ríos, su capital... se ha convertido en una de las ciudades en las que no me importaría quedarme a vivir. Aunque ha hecho muchísimo calor, como ha ocurrido en todo el país, y quizá las pequeñas diferencias entre familiares, que aunque son todos del mismo padre y la misma madre o eso pone en el carnet de identidad... y entre los que no somos de sangre directa, además de lo poco aprovechado en el tema del estudio...pues he vuelto con este sentimiento de intensidad del que antes hablaba. 

Por otra parte, después de leer algo más sobre el tema, nos hemos relajado con la operación pañal y los resultados son más que satisfactorios. No porque Lucas haya dejado definitivamente el pañal, sino porque relajarse es lo mejor que uno puede hacer en la vida si quiere avanzar en algo. Vamos, no tomarse nada demasiado en serio. De hecho, esta mañana hemos ido al centro de salud a ponerle una vacuna y el cartel del autobús ha anunciado erróneamente que faltaban 24 minutos para que pasase el siguiente...he pensado en irnos andando, a pesar del esfuerzo que supone con el tripón todas las cuestas arriba, pero me he puesto a charlar con un señor que había en la parada y en 10 minutos ha llegado nuestro autobús.

Supongo que no me estoy centrando en ningún tema en concreto y estoy dando rienda suelta a la tecla sin más porque lo necesitaba. A veces me pasa, que me apetece escribir y que me lío diciendo mucho sin decir nada. 

Hay otra cosa que he echado de menos en la semana de vacaciones y es el yoga. Ayer fui a recuperar la clase de la semana pasada y hoy he estado tranquila, contenta, pausada... No sé si ha sido por el yoga, pero quiero creer que algo ha influido. Otra de las cosas buenas que me está dando esta disciplina es la meditación. Intento hacerla cada mañana antes de ponerme a estudiar, al menos cinco minutos, concentrándome solo en mi respiración. Y, aunque cuesta apartar los pensamientos (amablemente, como dice nuestra querida profe), después de ese ratito te sientes en calma a la vez que empoderada. Es lo que necesita una mamá embarazada con otro peque de dos añitos.

Poco a poco me pregunto si me acerco a la mujer que quiero ser, a veces sin darme cuenta de que todo está en constante movimiento, incluso nuestra propia esencia que nos hace un día querer asemejarnos a una forma de ser o alejarnos e ir por otro camino sin remedio. Creo que la maternidad es el proceso vital que más me ha tocado, sin duda. De hecho, aún me acuerdo de cuando me quedñe embarazada del primero e iba, totalmente perdida, a aquellas primeras clases de yoga con una doula que empezó sacudirme emocionalmente. Bendita doula. He vuelto a coger en la biblioteca el libro de La maternidad y el encuentro con la propia sombra, porque vuelvo a tener ciertas dudas sobre mi sombra, sobre la impaciencia que a veces acecha, sobre un montón de cosas que pretendo entender. Pero no para ser la madre perfecta, que a veces se me olvida que nunca llegaré a ser, (como nunca seré la profe perfecta, la mujer perfecta, la amante perfecta o Doña Perfecta... ya bastante bien nos enseñó Galdós a dónde lleva esa intransigencia e inflexibilidad vital), sino para acercarme a mi esencia, esa de la que antes hablaba y de la que hoy, por ejemplo, no creo estar muy lejos.







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