Resiliencia

"Soy el dueño de mi destino, soy el capitán de mi alma", William Ernest Henley.

Creo haberlo dicho por aquí más veces, pero si hay algo en lo que me gustaría educar a mis hijos es en la resiliencia. Va a ser difícil, porque creo que es un valor del que todavía me queda mucho por aprender, pero a la vez es apasionante este aprendizaje común que emprendo con ellos.

En este posparto "amargo", como el café (aunque he de reconocer que he tirado mi cafetera italiana porque daba pena mirarla y ahora me he pasado al té con leche, ¡no hay nada más rico en invierno, la verdad!), son muchas las ocasiones que se me presentan para aprender a ser resiliente. Sin ir más lejos, mi carrera, es decir, este grado que me "estoy sacando" mientras aprendo a ser mamá. Y es que creía que iba a poder estudiar tranquilamente con un bebé de apenas unos meses, pegadito a mí, mientras mamaba, dormía o, simplemente, tendría acurrucadito en mi mochila o camiseta de porteo. Craso error, ya lo decía una de mis profesoras de instituto, concretamente la de Biología, Marifé: "el creí que y el pensé que son amigos del tonteque". Qué razón tenía esa mujer, porque de nuevo he dado las cosas por supuestas y la vida, como se empeña en enseñarme continuamente, es incontrolable. Ya lo experimenté con Lucas, cuando me reafirmé en la idea de que tener un hijo es salir continuamente de tu zona de confort: cuando te has acostumbrado a que haga dos siestas diarias, las deja de hacer; cuando has cogido completamente el truco a la lactancia, empieza a comer también sólidos; cuando te quieres dar cuenta empiezan a gatear, a caminar, a hablar, a preguntártelo todo, a querer jugar contigo a todas horas... y esto no ha hecho más que empezar.

Así que aquí estoy, a un mes de exámenes sin saber aún si me presentaré a cuántas de las cuatro que tenía planeadas para febrero... ¡¡deja de hacer planes!!  Y mientras vivo, esos planes se van haciendo más realistas a mi rutina diaria, en la que estoy aprendiendo a ser más observadora, y a llevar a cabo el método "ensayo-error" casi a diario. En nuestra casa llevamos desde septiembre intentando acomodar un horario real a la rutina familiar, pero no ha sido hasta este enero que acaba de empezar hasta que no me he percatado de que cada día es un nuevo ensayo y aprendizaje de los errores del día anterior: "hoy tengo que despertarle, para que desayune antes, para llegar a la guardería a tiempo...", "tengo que comer a un horario europeo, antes de ir a recogerle, para que cuando lleguemos de la guardería no se me hagan las tantas al acostarle en la siesta y no estar muerta de hambre...lo que puede hacerme perder los papeles...", "tengo que dejarle dormir en la siesta hasta tal hora, para poder ir un ratito al parque o de paseo, antes de que anochezca y haga ya frío"... y cada día es un nuevo comienzo, de intentar establecer ciertas rutinas, aplicables solo a ese día en cuestión, pero que con el tiempo pueden ser asimiladas y hacernos la vida un poco más afable.

Es complicado establecer rutinas cuando no tienes un horario de trabajo concreto y cuando has dejado que tu hijo creciese en la anarquía de su naturaleza, durmiendo prácticamente hasta la hora que quisiera, mamando cuando él lo demandase, etc. y adaptando un poco la vida a sus ritmos y circunstancias. Para bien y para mal vivimos en sociedad, así que el pequeño, aunque de momento también va a su ritmo, esta anarquía está quizá siendo más pautada por los ritmos de su hermano mayor, a la vez que intento marcar, dentro de lo cabe, estos ritmos del hermano mayor, para lograr cierta armonía familiar. Adaptación, que lo llaman.

Y en este caótico aprendizaje entreno la resiliencia, con ciertos objetivos de año nuevo, como empezar de nuevo a hacer deporte, aprobar las asignaturas que me he propuesto, leer más libros (mi pasión), aprender a jugar al ajedrez, innovar en la cocina con más proteína vegetal que animal que vegetal (aunque es cierto que ya comemos bastante poca carne en casa, necesito seguir investigando en recetas), así como reducir completamente el consumo de azúcar añadido (desde el día 31 de diciembre solo he sucumbido al roscón de reyes con chocolate caliente el día 5, porque era lo único que había de cenar en casa de mis tíos, cuya tradición anual implica esa merienda en la víspera de reyes), viajar al extranjero con mi familia y escribir de vez en cuando como terapia y como puesta en práctica de mi gramática y ortografía, ya que no sé si voy a poder ponerlo en práctica en algún examen, ¿me presentaré a algo este año?...Añadamos humor, por favor, a nuestras vidas, quizá sea uno de los ingredientes de la tan necesitada (al menos, en mi caso) resiliencia. 

En fin, lo dejo ya, que tengo que ducharme en 10 minutos, para despertarle a una hora decente y no llegar tarde a la guardería...




Comentarios

Entradas populares de este blog

¡Nuevo blog!

Otoño