Referentes

Supongo que podría cambiar el diseño del blog, para hacerlo algo más atractivo... pero de momento es una especie de diario personal, un lugar donde compartir reflexiones, sobre todo, conmigo misma...un sitio donde volcar pensamientos sin ninguna pretensión más.

Han sido unos meses complicados, entre el embarazo, el inicio de la guardería (de la que sigo sin ser muy partidaria) y el porrón de asignaturas que he cogido este año han hecho que tenga algunos momentos de abatimiento y sensación de no poder llegar a todo. Pero, a veces, lo que ha generado el abatimiento es cierta sensación de soledad por el estudio solitario siempre (valga la redundancia y más si lo haces a distancia...valga la rima también) e interactuar la mayor parte del día con un pequeñito de año y pico, que te enseña mucho y te cambia tu forma de ver la vida, sí, pero que, evidentemente, no tiene conversaciones de adultos.

Últimamente he leído en varios sitios agradecimientos hacia las madres por ser el referente de la vida de una. Esta mañana, de hecho, he leído la última en instagram: "qué importante es sentirse hija cuando eres madre". Y me pregunto si seré un buen referente para mis hijos, si estarán agradecidos por haber intentado educarles, criarles, limpiarles los berretes cuando se manchen, curarles, darles los nunca suficientes besos, enseñarles, consolarles, limpiarles las rodillas de arena cuando se caigan, dedicarles lo más valioso de lo que disponemos los seres humanos, que es tiempo, haberles dado la vida y estar ahí para cuando nos necesiten. 

La relación padres-hijos ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Desde el vocativo "madre" o "padre" con el que se trataba a los progenitores en ciertos pueblos de Castilla (esto lo he aprendido este año, ya que en las ciudades y clases acomodadas se empezó a utilizar el galicismo "mamá" y "papá" desde principios del siglo pasado), hasta pasar a la creencia de que los hijos nos pertenecen y nos deben un respeto simplemente por ser nuestra descendencia, hasta llegar a intentar tratarles totalmente de iguales, como personas que son, en tu relación con ellos. Me gusta vivir la maternidad en esta última etapa.

Desde que he sido madre la relación con mis padres ha cambiado. No ha sido a mejor ni les entiendo hoy día más que hace unos años, pero he intentado imponerme a mí misma un respeto que también necesito de los demás, incluso de ellos. He tenido muchos momentos de incomprensión por su parte y, a veces, falta de apoyo: no entender mi camino profesional, casarme, irme a mejorar el inglés a Edimburgo, irme a vivir a Kenia, no querer llamar a nadie cuando me pusiera de parto, mi segundo embarazo supongo que, a sus ojos, demasiado rápido con respecto al primero... De hecho, aún estoy dolida por cuando les anuncié que estaba esperando un segundo hijo, su reacción, la absurda justificación de mi padre ante ella y una conversación subida de tono que tuve hace un par de meses con mi madre y que me hace estar incómoda hoy, tanto en esos momentos de soledad de los que antes hablaba, cuando le das vueltas a la cabeza inconscientemente, como cuando estoy en su compañía. 

A veces me siento culpable por tener esta sensación, por no estar más cercana con ellos, porque no tengamos la confianza que teníamos hace ya demasiados meses... Y me planteo si soy yo quien estoy poniendo las cosas difíciles, pero vuelvo a pensar en la creencia de su generación con respecto a que los hijos pertenecen a los padres y estos merecen un respeto absoluto por solo esa condición y no quiero volver a eso. ¿El hecho de dar la vida a Lucas me hace exigirle un respeto total por su parte aunque yo no le apoye, no le pida perdón cuando puedo hacer las cosas mal y le cuestione casi constantemente? Lo veo en la relación de mi abuela con algunos de sus hijos y, aunque la maternidad es muy dura y supongo que multiplicada por siete no lo puedo ni imaginar, no la veo con derecho para tratarles y darles las contestaciones que les da. Y aunque hoy se haya acentuado, porque casi llega a los 90 años y nadie sabemos lo que es envejecer, salvo ella, estas contestaciones y malos modos llevan existiendo, al menos, desde que yo tengo uso de razón.

Hoy necesitaba soltar esta tormenta interior que me truena con fuerza desde hace ya algún tiempo y que tengo aprender a controlar. La vida nos va poniendo a prueba, en aspectos que ni nos planteábamos o que, quizá, siempre estuvieron ahí, aunque aún no fuésemos conscientes de ello.

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